-Que Ola Viejo!!…
Creí’ que
no contaba el cuento.
-Yo no se
como se animó’ … -comenta el hombre mayor mientras lo acompaña a salir del agua
caminando por la orilla.
-No sé,
generalmente esas gigantes las dejo pasar pero no se’ , no pude resistirme.
¿Sería de más
de tres metros no?
-Así lo
creo – contesto el viejo
-Si … mas
de tres, cuando la vi levantarse dude’ por un segundo, pero ahí nomas cerré’
los ojos y empecé a patalear.
De repente sentí
el empuje, la adrenalina, la velocidad, era como un túnel.
Creo que la
duda me hizo tomarla una fracción mas tarde del momento óptimo.
Mi instinto
me indico’ que pasaría por ese terrible momento de caída, para poder realmente
poder deslizarme con la ola recién al emerger de la turbulencia.
No recuerdo
nada más, sentí la sensación de estar dentro de un lavarropas donde una inmensa
masa de agua me llevaba hacia arriba y hacia abajo si tener el más mínimo control
de nada.
Recuerdo
luchar por salir a la superficie, por varios minutos.
De repente
ese momento mágico… me veo parado en la cresta de la ola, que me empujaba con
suavidad hacia la costa, y una sensación de calma y bienestar nunca
experimentada invadió’ mi cuerpo.
Dejé’ la
ola pataleé’ unos metros y aquí estamos, listo para tomar una cervecita en el
bar de las dunas.
Ambos
caminaban lentamente por la orilla, el sol se ocultaba en el horizonte, el
cielo se incendiaba de naranja y la playa despedía con pereza a sus dos últimos
visitantes.
El muchacho
mira el agua de la orilla en sus últimos pasos y le comenta al viejo -¡Que
impresionante nunca vi tanta espuma en la playa!…
El viejo se
apiado’ de el y le confeso’ en voz baja -Lo siento mucho, no es espuma…son
nubes...
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