Un cuento ferroviario
Esa noche
el Tano estaba temprano en la estación. Llegó como a las diez menos
cuarto, buscó en el bolsillo la llave
del depósito de encomiendas, abrió el candado y guardó la bicicleta. Miró de
reojo hacia la oficina de auxiliares y notó que Ramón no estaba. Se habrá ido a
comer pensó, tiene que volver antes de la una y media por el tren de Necochea.
Encendió un Particulares y se fue caminando despacio, con las manos en el
bolsillo, hacia la cabina de señales.
Subió la
escalera con desgano, abrió la puerta y saludó al Turco, otro descendiente de
inmigrantes como el Tano pero bastante mayor que él, que estaba sentado en el pupitre anotando en
el libro las novedades del turno, miró la salamandra y comprobó que estaba
encendida con la pava caliente para los primeros mates de la noche. Afuera, la
luna iluminaba la estación, la playa,
el techo de los galpones y el paso a nivel de la ruta que cruza las vías a
cincuenta metros del andén y de la cabina.
Cuando el
Turco se fue, el Tano movió las palancas de las señales, la del cambio del
empalme y la llave correspondiente para comprobar que funcionaban bien, se fijó
a través de la ventana que los faroles de la barrera estaban colocados y
encendidos, miró el reloj de pared eran las diez y dos minutos. Haciendo girar
la manivela del magneto llamó a Control, una voz monótona, del otro lado del
teléfono preguntó:
- Quién
...?
- Buenas
noches Control.... Tamangueyú... además del 113, tiene otro tráfico ?
- No, nada
antes de las seis..... Empalme Lobería clausuró a las veintidós y desde
Balcarce, salvo San Agustín, todo clausurado. Del otro lado cerrado hasta
Quequén.... y el 113 a horario.
- Gracias
Control, buenas noches.
El Tano cortó y se sentó en el
taburete del pupitre pensando que tenía por delante una noche tranquila.
Mientras
abría el turno en el libro de novedades, volvió a ver las viejas inscripciones
que burdamente grabadas en la madera, decoraban la mesa y le hacían acordar al
pupitre del colegio, donde fue estudiante allá en Veinticinco de Mayo. Aquí había números de teléfonos, nombres y
hasta consignas políticas, pero la mas extraña era una fecha, sin año y con
tres cruces que parecía ser una de las últimas inscripciones de la mesa.
Preparó el
mate y se puso a leer el diario que le dejara el turco, al rato se puso a mirar
por las ventanas hacia fuera, hacia Necochea y en la estación notó que la luz
de la oficina de auxiliares estaba encendida. Ramón volvió temprano,
pensó.
Sobre la
playa vio los vagones vivienda de la cuadrilla de Vía y Obras que estaban desde hacia mucho tiempo, desde hace como un
año le comentó Ramón, vinieron a arreglar la vía después de un accidente y se
fueron, pero las viviendas quedaron aquí.
Hacia
Balcarce se podía ver la vía hasta la señal de protección del empalme, la curva
que se perdía tras un monte de árboles
altos que impedía ver mas allá
y para el lado de Tandil se veía la vía recta casi hasta Lobería, al
costado izquierdo las luces amarillentas delataban el camino de acceso a la
ciudad que no era muy distinta a Veinticinco de Mayo, de donde el Tano había llegado hacía menos de un
mes, como señalero relevante, para cubrir una vacante publicada en el Boletín
de Servicio y que entre otras cosas le representaba un extra en su sueldo, en
carácter de viático.
Allá en
Veinticinco, pensó, quedaron sus padres y hermanos, un puñado de amigos y
alguna chica, amiga nomás, nada serio y un futuro poco promisorio que obligaba
a buscar otros horizontes, por ejemplo en Tamangueyú, pegado a Lobería que al
final resultó ser no muy distinta a su ciudad natal. No había mucho por
extrañar y bastante por conocer, nuevos amigos y nuevas chicas, a lo mejor
quien te dice.... no ?.
De todas
formas su trabajo le gustaba y era consiente que para poder progresar debía
recorrer la línea, con suerte en no mucho tiempo sería titular en alguna cabina
importante de Quequén, Tandil o Bahía Blanca o quien te dice en la sección
local, con la siempre deseada posibilidad de ser ferroviario con antigüedad y
un buen sueldo, nada menos que en La Capital.
Miró el
reloj y era la una y cuarto, en ese momento, haciendo sonar la campanilla del
Harper, San Agustín pedía vía para el
113.
Al rato
nomás, comprobó que el mate estaba frío y las brasas de la salamandra casi se
extinguían, buscó un tronco y cortó una hoja del diario del día anterior que ya
había leído y releído sin mucho interés para pasar el tiempo nomás y al darse
vuelta vio y le llamó la atención una luz titilante sobre la vía de Tandil, a
la altura mas o menos de Empalme Lobería.
Apoyó el
tronco y el papel sobre la mesa y abrió la ventana para ver mejor. La luz
parecía la de una locomotora viniendo, se le ocurrió pensar que tal vez fuera
un camión sobre el camino pegado a la línea pero no, la luz estaba sobre los
mismos rieles. Recordó que la cabina del empalme y por ende el empalme mismo
estaban clausurados, trató de encontrar una explicación cuando lo sorprendió el
¨tren entrando en sección¨ desde San Agustín, se olvidó por un instante de la
luz y actuando instintivamente respondió otorgando vía y disponiendo cambio y
señales para el 113.
Volvió a
mirar hacia la luz y allí estaba, esta vez con un poco mas de intensidad, si
era un tren estaría llegando a Lobería, será un volador? Viniendo de donde? se
preguntó y por las dudas volvió a llamar a Control.
- Buenas
Noches control, Tamangueyú llama.... este..., tiene algo viniendo de Empalme
Lobería ?
Nuevamente
la voz monótona contestó - No, nada, ...a ver.... solo el 113 de San Agustín
que pasó por esa a horario y de afuera tampoco hay tráfico.... algo más?
- No nada
mas, gracias, buenas noches. El Tano cortó y se quedó mirando la luz que poco a
poco se hacía mas nítida, mas inquietante.
Cuando a
pesar de las evidencias, la luz se convertía prácticamente en las de un tren,
tomó la decisión algo turbado y sin comprender la situación, de poner a peligro
las señales para el 113 y disponer nuevamente el cambio del empalme como para
un tren viniendo de Lobería, se quedó unos minutos mirando la luz como
hipnotizado cuando otra luz, la de la locomotora del 113 apareció detrás del
monte y fue a detenerse al pie de la señal a peligro.
Un par de
minutos después, la luz que se acercaba se hizo tan evidente que lo obligó a
bajar las barreras del paso a nivel, las sombras de los postes y de alguna rama
de un árbol cerca de los rieles, comenzaron a dibujarse desplazándose hacia
afuera sobre los vidrios y la pared de la cabina, entonces cuando la luz llegó
al paso a nivel, de pronto se desvaneció como si nunca hubiera existido, atrás
quedó la vía y las luces amarillentas del camino de acceso a la ciudad.
Esta vez lo
sorprendió el silbato de locomotora del 113 con toques cortos pidiendo vía;
alcanzó a ver a Ramón del otro lado, caminando sobre el andén, casi corriendo,
hacia la cabina. Repuso el cambio aseguró la llave y bajó la señal para el tren
de pasajeros que al instante se puso en movimiento.
Ramón que
estaba empezando a subir la escalera, se detuvo y gritó:
-
Tano...pasó algo ? , miró hacia el
costado y al ver venir el tren se dio vuelta y sin esperar respuesta, bajo de
un salto y se encaminó a la estación donde un par de pasajeros esperaban para
abordar el tren.
Cuando la
locomotora pasó debajo de la cabina, el Tano alcanzó a ver el rostro del
maquinista que miraba hacia arriba con curiosidad, éste y Ramón, razonó, habrán
pensado que me quedé dormido.
El Tren se fue de la estación y al
rato también Ramón. El andén y la estación misma con excepción de la cabina de señales
quedaron desiertas, a las seis de la mañana llegaron los primeros rayos de luz
matinal y con ellos el relevo. Tras cumplir con el ritual de práctica, el Tano
entregó el servicio, sacó la bici del galpón de encomiendas y sin darse cuenta,
instintivamente, se fue pedaleando a la pensión donde esa mañana no le fue
fácil dormir.
No quiso
almorzar, no tenía ganas de comer. Se subió a la bici como a las tres de la
tarde y anduvo dando vueltas por Lobería. Pedaleó sin rumbo fijo pensando en lo de la noche anterior,
tratando de encontrar una explicación a lo inexplicable y sin darse cuenta
llegó a la estación de Tamangueyú, al final pensó, las dos únicas personas que
le inspiraban la necesaria confianza para hablar del tema, eran el Turco y
Ramón.
Vio que en
la vía segunda había un carga esperando un cruce y desde el andén lo vio al
turco en la cabina manipulando el Harper. Se dio media vuelta y entró en la
oficina de auxiliares.
Que haces
Tano ?
preguntó
Ramón,
viniste
temprano...che....anoche... te quedaste dormido ? , volvió a preguntar el auxiliar,
No,
contestó rápidamente el Tano, este... estaba en el baño...viste, no me sentía
bien y .... bueno, me distraje unos minutos, pero nada mas.
Hacia
adentro pasó el rápido a Buenos Aires pitando fuerte y en el andén desierto
levantó una polvareda que junto con el humo y el vapor de la 39 se fueron
disipando mientras en la vía segunda, con un silbato corto de la mil
quinientos, el carga se ponía en marcha con rumbo a Necochea.
Volvió a la
pensión, se bañó y comió algo, a las nueve y media estaba de nuevo en el andén.
Guardó la bici y subió la escalera de la cabina de a dos escalones, saludó al
Turco que levantando la vista del diario miró el reloj,
- Te
echaron de la pensión ? pregunto,
No...
sabes, quería comentarte algo, le dijo el Tano, anoche.....
Esperá que
voy al baño, apuró el Turco, en ese momento el Tano se sentó en el taburete
junto a la mesa y volvió a ver las inscripciones grabadas en la tabla, dio un
salto hacia atrás y se quedó mirando la fecha sin año y con tres cruces que
tantas veces había visto y en ese momento cayó en la cuenta que era la misma
fecha de ese día. El turco salió del baño abrochándose el pantalón y el
Tano dijo sorprendido: La fecha, Turco,
es la de hoy.....
No,
contestó el Turco mirando hacia fuera, hacia el paso a nivel, es la fecha de
hace hoy exactamente un año.
Hace un
año, siguió el Turco, vos estabas en veinticinco, no ?
Si, por...?
Seguro no
te acordás, claro estabas lejos.... pero ese día, mejor dicho esa noche como a
las dos de mañana, venia entrando un carga del lado de Tandil. Pesado, como de
doscientos y pico de ejes, cargado a Necochea y en bajada. En el paso a nivel
se mandó un camión, de los grandes, viste.... y chocó violentamente contra la
42 del carguero, como habrá sido la piña que la locomotora volcó y los vagones
se le vinieron encima; el camionero que seguramente venía dormido y ni vio la
barrera murió en el impacto, el maquinista y el foguista, los dos de Tandil,
también murieron, uno aplastado por la máquina y el otro quemado, unas horas
después en el hospital de Lobería.
Fue
tremendo, el señalero desde aquí arriba vio todo y fue el primero en tratar de
ayudar, claro te imaginás, no pudo hacer nada. Quedó muy mal, el fue el que
grabó la fecha, 20 de octubre y las tres cruces en la tabla de la mesa, el tipo
estaba obsesionado......
Y donde
está ahora, digo.... el señalero ese, alcanzó a preguntar el Tano.
Es el
fulano que vos viniste a relevar, está desde hace seis meses con licencia
médica, creo que lo internaron en Buenos Aires, decía que desde entonces todas
las madrugadas de los días 20 veía venir el tren del lado de Tandil y al llegar
al paso a nivel, tenía que taparse la cara para no ver de nuevo el pavoroso
accidente, duró unos meses pero no aguantó mas, pobre tipo se volvió loco.
El Turco
siguió hablando de los dos guinches que vinieron de Tandil y Mar del Plata a
levantar la máquina y los pedazos de vagones, de la cuadrilla que reparó la vía
y del servicio interrumpido como una semana, pero el Tano, a esa altura del
relato ya no escuchaba nada, ni siquiera escucho el saludo despidiéndose hasta
el otro día ni las recomendaciones del servicio que le dejaba el señalero
relevado.
A fin de
mes se fue de Tamangueyú. Pidió su retiro a la empresa y se volvió a
Veinticinco de Mayo. Hoy, treinta años después, el Tano tiene un boliche frente
a la plaza, en Veinticinco lo conocen todos y lo aprecian mucho, es un tipo
charlatán y jodón, le gusta hablar de todo, eso si, menos de trenes y de su
paso hace ya tiempo, por Tamangueyú.
Marcelo Arcas El apeadero, cuentos, historias y curiosidades ferroviarias.
http://www.rumboalsud.com.ar/
Buenísimo
ReplyDeleteMUY LINDO CUENTO FERROVIARIO, DE LOS QUE HAY MUY MUY POCOS, ESTE CUENTO ESTABA EN UNA PAGINA "EL APEADERO" QUE LAMENTABLEMENTE DESAPARECIO, NO LA PUDE VOLVER A ENCONTRAR.
ReplyDeletePrecisamente Marcelo Arcas es el autor de este cuento y quien administraba El Apeadero.
DeleteSi me encanto la historia, a veces en los veranos ibamos a la estacion Quequen a despedir algun amigo y nos quedabamos en el tren de colados para bajar en Pieres o Tamangueyu, y volver a dedo.Tiene un link con mas historias de ferrocarriles y fotos de trenes http://www.rumboalsud.com.ar/
ReplyDeleteLos fantasmas de las vias solitaries,hay una estacion al sur en La Pampa que solo Se Ve al pasar de noche De dia es un descampado.
ReplyDeletehttp://javiemiro.blogspot.com.au/2015/10/milonga-paraquequen.html
ReplyDeleteTambien tiene fotos de la zona
http://javiemiro.blogspot.com.au/2015/10/milonga-paraquequen.html
ReplyDeleteTambien tiene fotos de la zona
Me gusto , nunca habia leido cuentos dw ferriarios pero comprendi casi todo el argot usado. ! Gracias
ReplyDeletehttp://www.geocities.ws/rumboalsud/X/apeadero/titu.htm
ReplyDeleteÉsta es la dirección.