El Diario de Izza Capitulo V
Cuando pense' en olvidarlo todo o casi todo ; un encuentro siniestro en un lugar maldito,me devolvio a las profundidades del infierno.
La picada del penúltimo
semáforo
Nunca olvidare’ esa
noche. Una noche oscura, negra y fría, sin luna ni estrellas, la tenue luz de
los astros luchaba por atravesar inútilmente las densas nubes, como la mirada desahuciada
de una víctima inocente que yacía, en algún lugar de los precarios
asentamientos que apenas se avistaban al costado de la ruta.
La humedad del ambiente
se concentra formando densas neblinas que se mueven tenebrosamente a merced del
viento, de tanto en tanto figuras miserables se esbozan alrededor de un fuego
incipiente alimentado de basura, restos de cubiertas y ramas verdes produciendo
una humareda lúgubre que disminuye aún más la endeble visibilidad suburbana.
Justo en el penúltimo semáforo
antes de salir a la ruta, parado junto a mí un coche misterioso me incitaba
para correr una picada. el rostro del conductor me produjo escalofrío
Adelante la más
absoluta oscuridad, pero ambos sabíamos que el reto seria hasta el próximo
semáforo que se encontraba a 5 km de una ruta desierta y sinuosa antes de
enfrentarse con el acceso a la autopista a Buenos Aires.
En situación normal a
mi edad debería haber ignorado totalmente cualquier tipo de aventura, sin embargo,
mi estado mental no era el adecuado, totalmente perturbado desde aquel macabro
hallazgo del maldito diario personal, podría en este momento envolverme en una
pelea callejera o tomar un avión a un país desconocido, todo me daba igual.
Me devoraba la
curiosidad y sentía que debía continuar la situación con el fin de registrar
detalles del conductor, del vehículo, del lugar, siempre mi mente girando sobre
la paranoica pesadilla de que este, debería ser el perverso monstruo que
secuestro’ a esa joven.
A ambos lados del
semáforo un par de luces rudimentarias que iluminan un parador de ómnibus me
brindan justo lo mínimo para recolectar cierta data de importancia.
Observo cada detalle de
ese Ford Falcon 79 posiblemente un modelo Futura , su pintura azul cobalto, sus
dos rayas blancas sobre el capot y una transversal a través de la longitud del vehículo
parrilla en color negro, lentes de giro de color naranja, luces altas de
halógeno y llantas de 14 pulgadas y con neumáticos de perfil bajo
Firestone
con una fina banda roja entre otros cambios.
El conductor un tipo
flaco morocho de nariz larga y puntiaguda, con numerosas ojeras bajo sus ojos
me desagrada y me da miedo, pero tengo que forzarme a memorizar cada detalle.
En segundos usando mi
vista lateral de mi ojo izquierdo tratando de no mirar fijamente al funesto en
el volante, aparece y desaparece subrepticiamente apenas asomada por una
fracción de segundo en la ventanilla del asiento de atrás la visión de una
joven de aspecto abandonado, sucia, tendría 19 o 20 años, demacrada, con un
pelo rubio hecho manojos unos ojos celestes sin expresión y varias marcas de la
cara como golpes o cortes.
Su presencia espectral se esfumo’ repentinamente
tras el vapor de condensación del vidrio
Aun en shock por la
visión de la joven que podría ser la mismísima Izza referida en el
diario o alguna nueva presa de su cacería repugnante aguardo impaciente el
inminente pasaje de las luces del rojo al verde.
Mi pie, respondiendo a
no sé qué mecánica reacción del cerebro autónomo (porque seguramente la
decisión no paso’ por mi conciencia en absoluto), presiona el acelerador hasta
el fondo.
Mis reflejos, el cambio
de marchas en el momento justo, el control del volante en la primera curva, la
adrenalina y la imagen del Ford Falcon en serios problemas para poder
mantenerse a la par, se precipitan impregnados de cierto “Deja Vu’”,
reminiscencias que creía olvidadas de mi breve y humilde paso por el
automovilismo. Experiencia que me llevara a mediados de los 70;s a participar
con escaso éxito del legendario rally de la montaña a través de la ruta de las
altas cumbres.
Me asalta por un
instante el pensamiento de si el nefasto conductor del Ford habiendo hurgado en
mis récords, sabría que sucumbiría a la tentación de aceptar semejante reto
irresponsable y si esto era así, si habría sido elegido desde el principio para
ser el interlocutor de su crueldad y si ya tendría planeado un final para mi
cuando ya no le sirva para sus oscuros propósitos.
Todo mientras circundaba
mi mente mientras mi Toyota Camry alcanzaba los 150 km/hr en una oscura ruta suburbana.
Estas elucubraciones
sembraron la inseguridad, distracción que me produjo una pequeña
desaceleración, brindándole una perfecta oportunidad para tomar ventaja por
parte del indigno.
El inconsciente según
Freud es un gran aliado a la hora de tomar decisiones, ya que puede
movilizar grandes cantidades de información permitiendo que podamos decidir en
función de múltiples criterios. La razón, por otro lado, se vuelve un
torpe lastre a la hora del combate.
En una fracción de
segundo vi su vehículo sobrepasarme dejando como rastro sus luces rojas traseras
desapareciendo en la penumbra. De inmediato, me invadió’ una sensación de
alivio al tomar la decisión de abandonar una situación peligrosa sin sentido,
aflojando levemente la presión del pie sobre el acelerador, aun así, el
velocímetro indicaba una velocidad superior a los 100 km/hr.
Me asombro’ sin embargo
con la velocidad que desapareció de mi visual, dejándome la duda si no tendría
adentro del capó otro motor preparado para carreras distinto del original.
Afortunadamente,
intuición y prudencia se instalaron en mi cabeza resultando en una disminución
de la velocidad a pesar de que mi corazón y mi ansiedad rebalsaban de adrenalina
remante. El lapso de calma se extinguió súbitamente luego de breves diez segundos,
interrumpido por la espeluznante silueta en la ruta del Ford atravesado
transversalmente y con las luces apagadas.
Mi pronta reacción y la
buena calidad y estado de mis frenos me detuvieron después de una aterradora
derrapada de unos metros a escasos 30 cms del auto en cuestión.
Mientras el chillido de
los frenos y el olor de las gomas quemadas invadía el interior del vehículo,
entre el humo provocado por el calor de las llantas pude ver prenderse las
luces del Ford, y diestramente completar un rápido giro de 90* y retomar nuevamente
la marcha a toda velocidad.
Totalmente enfurecido sentí
la inconsciente necesidad de seguirlo y tratar de leer su número de registración.
Consigo mi propósito posicionándome a escasos metros detrás del susodicho.
Nuevamente el vehículo
frena de golpe, pero esta vez yo consigo maniobrar y pasarlo al mismo tiempo
que registro su patente que repetía una y otra vez en voz alta para grabarla en
mi memoria.
El vehículo con chapa
AA291GX circulaba detrás de mí con la voraz intensidad de una cacería, me
sobrepasa y me encierra de tal manera que mi auto al frenar bruscamente queda
atravesado en la avenida.
El Falcon acelera de
golpe a máxima velocidad para doblar de improvisto en una salida cerrada hacia
la derecha en pocos metros y abandonar la avenida internándose en un
angostísimo sendero de tierra a la derecha continuando su camino con sus luces
apagadas y a gran velocidad.
Vi con pavura la
siniestra figura del auto, desvaneciéndose, bajo una nube de polvo, hacia unas
luces tímidas titilantes que denotaban la presencia de algún miserable
rancherío.
la historia continua ...
Un buen repaso a coches míticos, en un relato de velocidad y esa intriga de quién conducirá ese veloz automóvil.
ReplyDeleteUn abrazo
Gracias Albada , si deseas puedes conocer la historia desde su tragico comienzo siguiendo estos links https://javiemiro.blogspot.com/2019/02/el-diario-de-izza.html
Deletehttps://javiemiro.blogspot.com/2019/04/el-diario-de-izza-2da-parte.html
https://javiemiro.blogspot.com/2019/04/el-diario-de-izza-3ra-parte.html
https://javiemiro.blogspot.com/2019/04/el-diario-de-izza-4rto.html
La historia continua ... Un abrazo
Sabía que en algún momento retomarías esta historia... ¡bien! Aunque me volvés a dejas con las gansas de seguir sabiendo cómo sigue. Me mostraste el dulce para luego quitármelo vilmente.
ReplyDeleteLos enlaces no funcionan, o por lo menos a mí no.
Gran canción de Queen.
Recordé con esta historia la escena de la picada de Volver al futuro. Y conozco una canción de picadas de auto: "Cruz Diablo" de los Redondos
Abrazos Javier!
Increíble me ha encantado leerte. En lo que escribes convive la más pura poesía con el misterio, el suspense... Precioso de verdad y lleno de detalles. Un beso grande.
ReplyDeleteVengo de leer los otros capítulos de los enlaces que le has pasado a Albada. Una muy buena historia en la que no solo es significativa la angustia relatada por la chica que está pasando por tan terrible trance, sino la que él va adquiriendo según va leyendo el diario, sintiéndose cada vez más comprometido y enganchado.
ReplyDeleteSeguiré leyéndote…
Un placer, amigo.
Abrazo grande.
La verdad muy chulo.... Y la primera foto, me gusta, de la carretera,,,, un saludo desde Murcia.
ReplyDeleteHola, Javier. Creo que de loco no tienes nada :-)
ReplyDeleteDeseo agradecerte tu visita a mi blog y decirte que, aunque no he leído todo, volveré con tiempo para disfrutar de lo que haces. El suspense y esas cosas no se me dan muy bien, así que me servirá de mucho.
Un placer pasarme por aquí, y nos seguimos leyendo.
Beso.
Gracias Mag estamos a la entrada de un tunel oscuro y macabro , A nadie le gusta sin embargo seguimos avanzando juntos autor y lector, simplemente porque no podemos evitarlo y queremos saber que hay mas adelante, Eso es suspenso. Un abrazo
Delete